Traducción con inteligencia artificial sí, pero con revisión humana (posedición)

traducción automática con inteligencia artificial

Se proyecta que el mercado de traductores automáticos llegará a los 1500 millones de dólares a fines de 2024, según Global Market Insights. Este crecimiento, impulsado en gran parte por la adopción masiva de herramientas de traducción automática por un número creciente de empresas, incluye también el uso de IA.

La inteligencia artificial está transformando profundamente el mundo de los servicios lingüísticos, especialmente en la industria de la traducción. Y es innegable que aporta ventajas significativas en términos de rapidez y eficiencia para ciertos tipos de traducciones. Sin embargo, cuando se trata de traducciones que requieren la máxima precisión y no admiten el más mínimo error, como las traducciones médicas , farmacéuticas o jurídicas, el uso de IA está totalmente desaconsejado. En estos casos, solo deberíamos confiar en las agencias de traducción españolas, que ofrecen servicios de traducción certificados según ISO 17100.

Herramientas como ChatGPT, DeepL o Google Translate permiten realizar traducciones en cuestión de segundos, lo que resulta especialmente útil en situaciones donde el tiempo es crucial y lo que importa es el mensaje: en conferencias, reuniones internacionales o incluso en viajes, la traducción con ChatGPT, por ejemplo, facilita la comunicación al instante, eliminando las barreras lingüísticas de forma efectiva. En nuestro artículo sobre ChatGPT para traducciones de texto, explicamos cómo traducir con IA, y aquí enumeramos los mejores traductores de documentos gratis.

En cuanto a la práctica profesional, la traducción con IA permite automatizar tareas repetitivas y de menor complejidad. De esta manera, las empresas y profesionales del sector pueden ahorrar recursos significativos. Sin embargo, aunque la IA es eficiente, carece de la capacidad de producir traducciones profesionales en ciertos ámbitos. No es capaz de captar matices de sentidos, rasgos idiomáticos o culturales particulares, ni la terminología especializada de las traducciones técnicas o la precisión de los documentos jurídicos.

Aunque la traducción con IA cada vez es mejor, nunca podrá equipararse a la traducción humana. Por ello, la posedición se ha convertido en un proceso indispensable para verificar que la traducción sea coherente, precisa y de calidad.

La norma ISO 18587 (posedición completa del resultado de una traducción automática) regula este proceso y la actividad del “poseditor” con criterios de revisión y corrección que permiten asegurar la calidad de la práctica cuando esta emplea traducciones automáticas. Existen dos tipos de posedición: la simple se limita a corregir la comprensión del texto, mientras que la completa se utiliza para obtener una traducción de calidad equiparable a la humana. En este otro artículo explicamos las diferencias entre posedición simple y posedición completa y cuándo elegir cada tipo de posedición de traducción automática.

La norma ISO 18587 asegura que las traducciones con IA cumplan con dichos estándares. Respecto al poseditor, la norma indica que este debe contar con conocimientos técnicos en el área temática de la traducción. Es decir, el poseditor presta un servicio de corrección de textos profesional, que incluye la corrección ortográfica, gramatical y de estilo y la adecuación del tono y el ajuste de la terminología para que sea coherente con el contexto, especialmente en traducciones técnicas. 

Como hemos indicado anteriormente, cuando se trata de traducciones complejas, como las jurídicas, médicas o científicas, no cabe la combinación de traducción automática y la posedición humana completa. Es entonces cuando la norma ISO 17100 (traducción y revisión humanas independientes) se vuelve indispensable.

Esta norma es aplicable tanto a empresas de traducción como a organizaciones que gestionan sus propias traducciones. La ISO 17100 establece la importancia de un sistema de gestión que permita controlar cada fase del proceso de traducción.

Además, la norma define los criterios para que un traductor sea considerado cualificado: poseer estudios superiores en traducción, tener una especialización con al menos dos años de experiencia documentada o cinco años de experiencia profesional en traducción.

Uno de los puntos más importantes de esta norma es la obligatoriedad de incluir una fase de revisión realizada por una persona distinta al traductor original. El revisor es el encargado de comparar el texto traducido con el original, asegurando que sea adecuado para el propósito previsto y corrigiendo cualquier error o incongruencia que pueda haber pasado desapercibida.